En el año 2012 realicé mi primer viaje a la Isla Bonita. De allí salió el reportaje “Cuba, en blanco y negro”, que puedes ver en esta web. Seis años después he vuelto. Y esos seis años han pesado mucho. Yo he cambiado, mi mirada ha cambiado y, sobre todo, Cuba ha cambiado. De ahí que este reportaje no tenga nada que ver con aquella aproximación melancólica, ingenua y monocroma.
En estos años, las ganas de cambio se han afianzado. Los “liberalizadores” van ganando terreno a los “reaccionarios”, paso a paso, de modo lento pero inexorable. En las calles las banderas USA se hacen evidentes. El reggaeton ha aplastado al son cubano en todos los transistores; la MTV ha sido uno de los soldados mas eficientes en la lucha por la calle. Los cruceros llenan de oleadas de yankees confusos las calles de La Habana y Santiago, con las consiguientes oleadas de atentos jineteros al acecho. Los ecos de la revolución se escuchan tan lejanos que se confunden con los versos de Daddy Yankee. Cuba sigue dividiéndose, pero cada vez son menos los defensores acérrimos de la utopía y mas los que bailan al son de los cantos de sirena.